El Presidente se esfuerza por mantener el capital, apartándose del precedente establecido.
Apenas iniciado su segundo mandato, Donald Trump ya dejó huella en la capital estadounidense. Washington luce distinto: frente a Union Station, soldados de la Guardia Nacional y vehículos blindados marcan la nueva normalidad. Las personas sin hogar, habituales en ese espacio, han desaparecido bajo la promesa presidencial de “rescatar la capital del crimen, el caos y la miseria”.
El objetivo es claro: cumplir la promesa de campaña de convertir a Washington en “la capital más segura y hermosa del mundo”. Y los cambios no se limitan a la seguridad. La arquitectura y la estética urbana también forman parte de la transformación. En marzo, la alcaldesa Muriel Bowser retiró el mural de Black Lives Matter Plaza, símbolo de la protesta social desde 2020. La decisión coincidió con el impulso republicano de borrar rastros de lo que llaman “política decorativa”.
Trump, obsesionado con la imagen de la ciudad, proyecta una ampliación del complejo presidencial con un salón de baile de 90,000 pies cuadrados. También celebró en redes sociales la belleza del Edificio de Oficinas Ejecutivas.
El revisionismo histórico es otra bandera. Monumentos destruidos durante las protestas de 2020, como la estatua del general confederado Albert Pike, regresarán bajo órdenes de “embellecimiento y restauración de la capital”. Y en un gesto que mezcla nostalgia con provocación, Trump presionó a los dueños del equipo de futbol americano Washington Commanders para devolverle su antiguo nombre: Redskins.
La influencia cultural de Trump se filtra también en la vida cotidiana. En Capitol Hill, el restaurante Butterworth’s se volvió punto de encuentro de figuras del trumpismo y del establishment político, desde Steve Bannon hasta el senador John Fetterman. El lugar abrió semanas antes de las elecciones de 2024 y hoy simboliza el nuevo ecosistema social de la ciudad.
El ámbito cultural tampoco quedó al margen. Como presidente del Kennedy Center, Trump anunció a los homenajeados de este año: George Strait, Gloria Gaynor y Sylvester Stallone. Según él mismo explicó, tuvo una participación decisiva en la lista y descartó a algunos artistas a los que calificó como “woke”.
Washington, acostumbrada a cambios de administración, enfrenta ahora algo distinto: un rediseño integral de su estética, símbolos y vida pública bajo el sello de Trump. Más que una transición de poder, se trata de una operación cultural que pretende moldear la identidad de la capital.



