El gobernador de California, Gavin Newsom, ha convertido el debate sobre la redistritación en una plataforma que va más allá de lo legislativo, con un claro guiño a sus aspiraciones presidenciales rumbo a 2028.
Su propuesta, que podría eliminar hasta cinco escaños republicanos, también se interpreta como una estrategia para atraer millonarias donaciones de campaña. Críticos la califican de “cínica y personalista”, acusando al mandatario de anteponer su ambición al bienestar de un estado que enfrenta crisis de vivienda, seguridad y economía.
El lanzamiento de su plan estuvo marcado por un estilo inusual: mensajes en mayúsculas, burlas y hasta apodos contra Donald Trump, a quien llamó “Donald ‘Taco’ Trump”. Para la oposición, este tono trivializa un tema clave para la democracia, reduciéndolo a un espectáculo de redes sociales.
“Los californianos no eligieron a Newsom para manipular mapas electorales, sino para resolver problemas reales”, advirtió el senador republicano Brian Jones. Legisladores opositores sostienen que con esta estrategia, Newsom sacrifica transparencia y confianza institucional para alimentar su perfil nacional como principal rival de Trump.



