La tasa de fertilidad apenas llega a 1.6, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional de 2.1.
Estados Unidos atraviesa un declive preocupante en su tasa de natalidad. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, alrededor de 16% de las mujeres casadas tienen dificultades para concebir o evitar abortos espontáneos. A escala global, la Organización Mundial de la Salud estima que una de cada seis personas enfrenta infertilidad. Es un tema íntimo para millones de familias, pero también un desafío económico y social.
El presidente Donald Trump ha reconocido públicamente la urgencia de apoyar a quienes desean formar una familia.Su administración presentó nuevos incentivos para que las empresas ofrezcan seguros de fertilidad, similar a los beneficios dentales o de visión. Hoy, solo cerca de 27% de empresas grandes en Estados Unidos cubren tratamientos de fertilidad como la fecundación in vitro (FIV).
El interés del gobierno se acompaña de una advertencia más amplia: el secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy, calificó la baja natalidad como una amenaza para la seguridad nacional. Recordó que, durante la presidencia de su tío, la tasa de fertilidad rondaba 3.5 hijos por mujer; hoy, apenas llega a 1.6, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional de 2.1.
La FIV suele ser la propuesta estelar ante la infertilidad, pero viene con límites, costos y dilemas éticos. Un solo ciclo puede costar entre 12,000 y 25,000 dólares, sin garantía de éxito. Además, el medicamento de fertilidad más usado cuesta hasta 700% más en Estados Unidos que en otros países, lo que llevó a la administración a negociar una reducción de precios con el laboratorio EMD Serono.
Sin embargo, la FIV tampoco garantiza resultados contundentes: algunas estimaciones sitúan su tasa de éxito en apenas 23%. Y su práctica más polémica, la creación de múltiples embriones, muchos de los cuales nunca se implantan, genera cuestionamientos éticos. En promedio, se producen unos quince embriones por ciclo, pero solo entre 3% y 7% llegan a nacer; el resto se congela o se desecha. Mientras países como Alemania limitan a tres los embriones creados por tratamiento, Estados Unidos no impone restricciones, aunque encuestas recientes sugieren que la mayoría de los votantes apoyaría fijar límites y exigir que todos los embriones generados se implanten.
Ante este panorama, crece el interés por una alternativa menos invasiva: la medicina reproductiva restaurativa. Este enfoque busca tratar las causas fisiológicas subyacentes, desde endometriosis hasta desbalances hormonales con el objetivo de permitir una concepción natural. Estudios recientes son prometedores: cerca de 40% de parejas diagnosticadas previamente con infertilidad lograron embarazos tras tratamientos correctivos, superando la tasa de éxito reportada para FIV.
La administración también apunta a reducir sustancias que alteran el sistema endocrino y podrían afectar la fertilidad, reforzando la idea de que el problema no se limita al laboratorio, sino al entorno químico que rodea a las familias.
Si bien la FIV seguirá siendo necesaria para algunas personas, la conversación pública empieza a ampliarse. En tiempos de incertidumbre demográfica, muchas familias podrían encontrar que la vía más humana para concebir no es producir más embriones, sino sanar lo que impide que la vida llegue por sí misma.



