¿Está Estados Unidos listo para una movilización militar a gran escala?

Una simulación podría incorporar elementos modernos como ciberataques, bloqueos comerciales y disrupciones en las cadenas de suministro.

La capacidad de movilizar fuerzas de reserva en tiempos de guerra ha sido una herramienta clave para Estados Unidos, especialmente desde los ataques del 11 de septiembre. Sin embargo, a pesar de las numerosas activaciones de reservistas en las últimas dos décadas, el país no ha llevado a cabo un ejercicio de movilización a gran escala desde 1978. Esto plantea una pregunta crucial: ¿qué tan rápido podría Estados Unidos poner en marcha su maquinaria militar en caso de un conflicto global?

La última vez que se evaluó seriamente la capacidad de movilización fue hace más de 40 años, cuando se realizaron dos ejercicios: Petite Nugget y Nifty Nugget. El primero puso a prueba la capacidad de la industria para acelerar la producción de equipamiento militar en un plazo corto, y los resultados fueron desalentadores. Se descubrió que el sector privado no podía responder con la rapidez necesaria para sostener un conflicto de alta intensidad sin inversiones previas sustanciales.

Nifty Nugget, por su parte, se enfocó en la logística y despliegue de tropas en Europa. Los hallazgos fueron igualmente preocupantes: deficiencias en la preparación militar, falta de coordinación entre agencias y limitaciones en la capacidad de transporte aéreo y marítimo. A pesar de estos resultados negativos, las lecciones aprendidas impulsaron mejoras significativas, como el restablecimiento del servicio de reclutamiento selectivo, la institucionalización de ejercicios de movilización y mayores inversiones en logística militar.

Hoy, con la creciente amenaza de China y la posibilidad de un conflicto en el Indo-Pacífico, Estados Unidos enfrenta un escenario similar. Sin un plan sólido para movilizar sus reservas de manera rápida y efectiva, cualquier estrategia de disuasión pierde credibilidad. Un nuevo ejercicio de movilización masiva no solo permitiría detectar debilidades logísticas y operacionales, sino que también ayudaría a definir las inversiones necesarias para reforzar la capacidad de respuesta.

Además, la simulación podría incorporar elementos modernos como ciberataques, bloqueos comerciales y disrupciones en las cadenas de suministro, factores que seguramente jugarían un papel central en un conflicto del siglo XXI. Evaluar la capacidad de la industria para sostener el esfuerzo bélico y garantizar el suministro de armas y municiones en la región del Indo-Pacífico sería clave para medir la resiliencia del país ante una crisis prolongada.

A pesar de los intentos de la administración Trump por mantener una relación estable con China, Pekín sigue adoptando una postura cada vez más agresiva hacia Washington. La disuasión sigue siendo la mejor herramienta para evitar una confrontación, pero no será efectiva sin una estrategia militar creíble. Un ejercicio de movilización a gran escala, enfocado en el Indo-Pacífico, enviaría un mensaje claro: EE.UU. está preparado no solo para defender sus intereses, sino para ganar una guerra se vuelve inevitable.

Share this post :

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest