A este desafío se suma un sistema informático obsoleto, basado en plataformas de hace casi dos décadas.
En un momento en que la competencia global por el liderazgo tecnológico se intensifica, la administración Trump ha propuesto un aumento de $122 millones al presupuesto de la Oficina de Industria y Seguridad (BIS, por sus siglas en inglés), una medida que busca fortalecer uno de los pilares más rentables y estratégicos de la seguridad nacional estadounidense.
La BIS, poco conocida fuera de los círculos especializados, desempeña un papel crucial en la contención de amenazas tecnológicas. Su misión: decidir quién, dentro y fuera de EE.UU., puede acceder a tecnologías de vanguardia como los chips avanzados de inteligencia artificial. Cada dólar invertido en esta agencia contribuye a proteger miles de millones en propiedad intelectual, innovación y competitividad. En 2023, la BIS procesó solicitudes de exportación por un valor superior a $220,000 millones, pese a operar con un presupuesto de apenas $191 millones y una plantilla limitada de 585 empleados.
Este reducido equipo contrasta con organismos como la Administración de Comercio Internacional, que cuenta con más de 2,200 empleados para tareas enfocadas en la promoción comercial. En cambio, la BIS debe vigilar con lupa un complejo entramado de exportaciones directas, transferencias internacionales, reexportaciones y productos fabricados en el extranjero que incluyen componentes estadounidenses. Con solo nueve oficiales de control de exportaciones desplegados en el mundo y oficinas en doce ciudades de EE.UU., su cobertura es insuficiente para enfrentar el creciente desafío, sobre todo en regiones críticas como el sudeste asiático, donde proliferan redes de contrabando tecnológico.
A este desafío se suma un sistema informático obsoleto, basado en plataformas de hace casi dos décadas. El modesto incremento presupuestal busca modernizar su infraestructura, integrar herramientas de inteligencia artificial y agilizar procesos que hoy consumen semanas. Pero se necesita un compromiso sostenido: sin recursos adicionales en 2026, estas mejoras podrían quedarse cortas frente al avance de redes extranjeras decididas a eludir los controles estadounidenses.
Mientras China perfecciona complejos esquemas de adquisición para hacerse con las innovaciones más avanzadas de Occidente, la BIS representa la última línea de defensa. No dotarla de los medios necesarios sería, como ya se ha visto con chips de IA que llegaron a China a través de terceros países, un riesgo directo para la primacía tecnológica y económica de Estados Unidos.
El Congreso tiene en sus manos la decisión: recortar recursos o invertir en la seguridad del futuro digital global. Aún estamos a tiempo de decidir quién liderará ese futuro: si Estados Unidos o sus adversarios.



