Cinco años después del Brexit, el Reino Unido sigue bailando al ritmo de Bruselas, y Estados Unidos empieza a preguntarse si alguna vez cambiará la música.
Cuando Donald Trump lanzó su plan arancelario conocido como el “Día de la Liberación”, varias naciones corrieron a negociar. Una de las primeras en llegar a un acuerdo fue el Reino Unido, viejo aliado estadounidense. Muchos interpretaron ese acercamiento como el primer paso hacia un pacto comercial profundo entre ambos países. Pero esa expectativa acaba de estrellarse contra una realidad europea.
Londres acaba de firmar un nuevo acuerdo con la Unión Europea que, si bien reabre el acceso de productos agrícolas británicos al mercado comunitario, lo hace a un alto precio: el Reino Unido se compromete a alinear su normativa alimentaria con la de Bruselas, incluso respecto a futuras modificaciones, bajo la supervisión del Tribunal de Justicia de la UE. En otras palabras, el Reino Unido seguirá obedeciendo las reglas europeas… solo que ahora sin voz ni voto.
Esta rendición regulatoria recuerda a la criticada “regla común” propuesta por Theresa May en 2018, que le costó el liderazgo del gobierno. Si los británicos van a seguir sujetos a las leyes de Bruselas, ¿para qué se fueron?
Para Estados Unidos, la decisión británica representa un golpe directo a sus intereses. Aunque Londres y Washington firmaron recientemente un acuerdo que abre un mercado potencial de 5,000 millones de dólares para ciertos productos estadounidenses, los mayores obstáculos al comercio no son los aranceles, sino las regulaciones, especialmente en el sector agrícola.
La agricultura ha sido históricamente uno de los sectores más exitosos para la exportación estadounidense. Sin embargo, los estándares europeos, más políticos que científicos, han marginado productos como el pollo desinfectado con cloro o la carne tratada con hormonas. Estos productos, seguros según la ciencia estadounidense, son vetados en Europa bajo un principio de “precaución” sin evidencia. Así es como Europa protege a sus productores… y encarece su comida.
Además, la UE impone “indicaciones geográficas” que impiden etiquetar quesos, vinos y otros productos con nombres comunes si no provienen de regiones específicas de Europa. Así, un espumoso californiano no puede decir que sigue la “método champenoise”, porque eso, según Bruselas, es casi un sacrilegio.
Si el Reino Unido copia y pega esa normativa, cualquier intento de acuerdo agrícola con Estados Unidos está condenado. Algunos dirán que aún se puede negociar en sectores como farmacéutica, finanzas o autos. Pero en Washington, ningún tratado avanza sin el apoyo de los senadores agrícolas. Y un pacto que excluye a los agricultores estadounidenses no es un pacto completo.La advertencia de Trump en 2018 sigue vigente: mientras Londres se apegue a las reglas de Bruselas, no habrá verdadero acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.



