Autosuficiencia: La nueva apuesta energética de Trump

Trump apuesta por convertir a Estados Unidos en el actor dominante del mercado energético global.

Con la firma del “One Big Beautiful Bill Act”, Donald Trump no solo busca dejar atrás los incentivos verdes de la era Biden; también plantea una transformación profunda: que Estados Unidos recupere el control total de su matriz energética. La medida pone fin a los créditos fiscales para autos eléctricos y energías limpias residenciales en 2025, y elimina los subsidios a la energía eólica y solar antes de 2028. Para Trump, esta no es una simple reforma: es una declaración estratégica.

La visión del presidente se resume en un concepto que ha retomado fuerza: dominancia energética. Bajo esta doctrina, la producción nacional de petróleo, gas natural y energía nuclear no solo abastece al país, sino que también sirve como herramienta geopolítica. En palabras simples, energía barata y confiable para estadounidenses y aliados, menos dependencia de China y mayor influencia en los mercados internacionales.

Este giro contrasta con la política climática de Joe Biden, marcada por restricciones al desarrollo de hidrocarburos en tierras federales y regulaciones que, según críticos, elevaron el costo de vida sin beneficios climáticos sustanciales. Las consecuencias golpearon con más fuerza a hogares de bajos ingresos, pequeñas empresas y agricultores, al tiempo que organismos como la National Electricity Reliability Corporation advirtieron sobre el riesgo creciente de apagones a partir de 2025.

La guerra entre Israel e Irán puso a prueba la solidez del mercado global: mientras el petróleo se disparaba brevemente, los precios se estabilizaron gracias a la expectativa de un suministro constante desde América del Norte. Este tipo de confianza en la producción energética estadounidense, según Trump, es vital para la estabilidad global.

El nuevo paquete legislativo va más allá del Congreso. Órdenes ejecutivas ya han abierto nuevas zonas para extracción, frenado el cierre anticipado de plantas eléctricas y eliminado la autoridad de California para imponer estándares de emisiones más estrictos que los federales.

Con vastas reservas—273 mil millones de barriles de crudo técnicamente recuperables y casi 3,000 billones de pies cúbicos de gas natural—Trump apuesta por convertir a Estados Unidos en el actor dominante del mercado energético global. Esto no solo busca revitalizar la industria manufacturera nacional, sino también brindar una alternativa a países en desarrollo atrapados por la pobreza energética y la influencia autoritaria.

La advertencia también apunta a Europa. Mientras Alemania pierde empleos por regulaciones climáticas y autos chinos baratos, Estados Unidos apuesta por una estrategia de abundancia que prioriza la seguridad económica sobre los compromisos de emisiones cero. La historia, sugiere Trump, ya ha mostrado el efecto dominó de reformas audaces y, está decidido a repetirlo, esta vez, con el petróleo como bandera.

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