El “big beautiful bill” revive preguntas incómodas sobre los proyectos verdes de California

El estado presume de ser pionero climático, pero carga con un tren de alta velocidad que lleva más de quince años en construcción sin una sola milla operativa.

Los demócratas de California reaccionaron con rapidez y unidad para oponerse al llamado “big beautiful bill”, el paquete legislativo promovido por el presidente Trump que busca recortar créditos fiscales a energías limpias, vehículos eléctricos e infraestructura climática. Pero más allá del rechazo al proyecto republicano, la discusión volvió a poner sobre la mesa un tema incómodo: ¿puede California defender una agenda verde que aún no logra concretar en casa?

El estado presume de ser pionero climático, pero carga con un tren de alta velocidad que lleva más de quince años en construcción sin una sola milla operativa, y con políticas de energía solar marcadas por retrocesos, contradicciones internas y batallas regulatorias sin resolver. La oposición demócrata al paquete conservador es coherente con su discurso. Lo que está en entredicho es su capacidad para ejecutar.

El proyecto del tren, aprobado en 2008 con una promesa de unir San Francisco y Los Ángeles en menos de tres horas, ha consumido más de $7 mil millones en fondos federales sin avanzar más allá de estudios, litigios y un tramo inconcluso entre Merced y Bakersfield. Hoy, el costo estimado supera los $128 mil millones, muy por encima de los $33 mil millones originalmente presupuestados. La propia administración estatal ha tenido que buscar nuevas fuentes de financiamiento para no perder el apoyo federal que ahora, con el nuevo paquete de Trump, podría evaporarse.

En energía solar, la narrativa es similar. California lidera en capacidad instalada, pero ha enfrentado divisiones dentro de su propio partido sobre cómo incentivar a los consumidores. En 2022, la Comisión de Servicios Públicos intentó reducir drásticamente los beneficios a hogares con paneles solares. El plan, respaldado en parte por legisladores demócratas, fue frenado tras la presión de ambientalistas y activistas comunitarios, pero dejó claro que no hay una estrategia unificada ni blindada para proteger la generación residencial.

Frente a ese contexto, los demócratas californianos votaron en contra del “big beautiful bill”, defendiendo los créditos fiscales a energías limpias y el financiamiento federal al tren. El senador Alex Padilla advirtió que la propuesta republicana pondría en riesgo empleos verdes y proyectos claves para la economía del estado. Y tiene razón. Pero también es cierto que muchos de esos empleos y proyectos ya están en riesgo… por errores propios.

Criticar la ofensiva de Trump contra la política climática es válido. Pero no alcanza con señalar al adversario. Si California quiere seguir siendo referente climático, tendrá que demostrar que puede hacer algo más que oponerse: ejecutar, construir y cumplir.

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