La fórmula que mantiene a Estados Unidos por delante de China en la carrera de la tecnológica

La fórmula que mantiene a Estados Unidos por delante de China en la carrera de la tecnológica

La relación con Taiwán también es esencial para el ambicioso proyecto de reindustrialización estadounidense.

Estados Unidos y China están enfrascados en una competencia estratégica por dominar la industria de los semiconductores, un sector que definirá el liderazgo tecnológico, económico y militar de las próximas décadas. Aunque ambas potencias invierten sumas colosales, EE.UU. mantiene la ventaja gracias a una fórmula que ha demostrado funcionar: innovación local y producción en Taiwán.

El modelo es simple pero poderoso. Las compañías estadounidenses diseñan los chips más avanzados del mundo y destinan la mayor parte de sus recursos a investigación y desarrollo. En lugar de gastar decenas de miles de millones en construir fábricas propias, externalizan la producción a fundiciones especializadas, en su mayoría taiwanesas. Así, conservan el liderazgo tecnológico sin cargar con los costos de manufactura.

Este esquema no solo garantiza chips de alta calidad y a buen precio, sino que ha permitido a EE.UU. mantener a raya a China. Mientras las empresas estadounidenses se concentran en el diseño, Pekín intenta avanzar en ambas áreas a la vez, con inversiones masivas y subsidios estatales que no siempre dan resultados. Además, con restricciones recientes que limitan el acceso chino a chips taiwaneses de última generación, el margen de maniobra de China se achica.

Pero más allá de la competencia geopolítica, la relación con Taiwán también es esencial para el ambicioso proyecto de reindustrialización estadounidense. Desde autos hasta maquinaria pesada, los sectores que Washington quiere revitalizar dependen de un flujo constante de semiconductores. Hoy, Taiwán provee casi la mitad de los chips lógicos que importa EE.UU., y prácticamente todos los más avanzados.

Aunque en teoría podría replicarse este modelo en territorio estadounidense, la realidad es que solo Taiwán y Corea del Sur cuentan con la infraestructura y el conocimiento para fabricar chips de vanguardia. TSMC, la fundición más importante del mundo, lleva más de 40 años perfeccionando su capacidad de producción en la isla, rodeada de una red industrial especializada que no tiene equivalente fuera de Asia. Fabricar los mismos chips en EE.UU. cuesta, según la propia empresa, un 50% más.

Pese a los esfuerzos por crear polos tecnológicos en Arizona u Ohio, el ecosistema taiwanés sigue siendo insustituible. Y eso no es una debilidad, sino una ventaja estratégica. Pretender que un solo país produzca cada pieza de su cadena industrial es poco realista. Lo importante es asegurar que los eslabones críticos estén en manos de aliados confiables, como Taiwán.

Lejos de ser un punto débil, la dependencia actual es parte de una estrategia ganadora. Mantener esa asociación es clave no solo para ganarle a China en innovación, sino también para cumplir el sueño de reindustrializar Estados Unidos.

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