Mil millones de reproducciones y ningún fan: el fraude musical que expuso la cara oculta de la inteligencia artificial

Estimaciones sugieren que entre el 10% y el 25% de los streams son fraudulentos.

Durante años, Mike Smith y Jonathan Hay soñaron con triunfar en la industria musical. Uno dirigía clínicas médicas; el otro era un publicista con aspiraciones artísticas y un historial excéntrico. En 2017 lanzaron Jazz, un álbum que pasó desapercibido. Pero al reeditarlo en 2018 como Jazz (Deluxe), algo extraño ocurrió: el disco alcanzó el número uno en Billboard… y desapareció igual de rápido. No había entrevistas, ni reseñas, ni fans comentando. Solo cifras infladas sin respaldo real.

Revisando los datos, Hay descubrió que las reproducciones provenían de países remotos como Vietnam. Luego llegaron las alertas por fraude en el streaming. Según Hay, Smith le aseguró que había pedido a empleados de sus clínicas que pusieran sus canciones en bucle. Pero la verdad era mucho más compleja.

En septiembre de 2024, el FBI arrestó a Smith y lo acusó de liderar el primer gran caso de fraude musical con inteligencia artificial en Estados Unidos. Las autoridades afirman que, entre 2017 y 2024, generó más de 10 millones de dólares en regalías usando miles de canciones creadas por IA, distribuidas bajo identidades falsas y reproducidas de forma automatizada por ejércitos de bots. Cada stream sumaba centavos; millones de ellos, una fortuna.

Smith habría trabajado con una startup especializada en música generativa. Le entregaban miles de pistas semanales, con títulos tan enrevesados como “Zygophyceae” o “Zygopteraceae”, atribuidos a artistas ficticios como “Calm Knuckles” o “Calorie Event”. 

Usando cuentas falsas y pequeños fragmentos de código, Smith habría logrado que las canciones sonaran 24/7, generando pagos constantes sin necesidad de oyentes reales.

Para Hay, quien no enfrenta cargos, la revelación fue devastadora. Intentó denunciar a Smith desde 2019, incluso ante el FBI, sin éxito. Su nombre aparece en la acusación como un colaborador inicial, aunque afirma que desconocía el uso de inteligencia artificial y el alcance del esquema.

El caso expone un problema mayor: el streaming musical está plagado de prácticas dudosas. Estimaciones sugieren que entre el 10% y el 25% de los streams son fraudulentos. Plataformas como Spotify aseguran tener sistemas de detección, pero incluso en este caso solo lograron evitar el pago de unos 60 mil dólares. El resto de los 10 millones habrían venido de otras plataformas que no han hecho declaraciones.

Algunos ven a Smith como un símbolo de los males del sistema: un hombre que explotó con precisión quirúrgica una industria que premia el volumen sobre el arte. Otros lo consideran un estafador que simplemente se adelantó al juego. Lo cierto es que en un mundo donde cualquiera puede generar canciones con un clic, el éxito ya no se mide en talento, sino en capacidad para manipular los números.

Ahora, Smith espera juicio y podría enfrentar hasta 60 años de prisión. Su caso ya es parte de la historia de la música digital: no por lo que creó, sino por cómo lo vendió.

 

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