Aunque el gobernador Gavin Newsom cuenta con respaldo mayoritario en la legislatura estatal, su propuesta de modificar la redistritación ha generado divisiones dentro de su propio partido. Mientras algunos demócratas, como la profesora Sara Sadhwani, apoyan esta medida como una respuesta necesaria a las tácticas antidemocráticas en otros estados, otros demócratas e independientes, incluidos ex miembros de comisiones de redistritación no partidistas, se oponen, argumentando que imitar estas tácticas comprometería la credibilidad de California como modelo de gobernanza justa y podría revertir los avances en elecciones equitativas.
El plan, además, exige una movilización costosa de la base electoral en un año sin comicios, un desafío que especialistas consideran riesgoso. “Los votantes que detestan a Trump no necesariamente acudirán solo para respaldar un referéndum de mapas”, advirtió Jack Pitney, profesor de política en Claremont McKenna College.
A este escenario se suma la crítica frontal de Arnold Schwarzenegger. El exgobernador, quien fue clave en la creación de la comisión ciudadana de redistritación, lanzó un mensaje directo: “Me estoy preparando para la batalla contra el gerrymandering”. Con una camiseta que rezaba terminate gerrymandering, acusó a Newsom de querer devolver a California a la época en que los políticos diseñaban distritos según sus intereses.
Schwarzenegger calificó la maniobra como “maligna” y un golpe a la confianza ciudadana en un proceso justo. Mientras Newsom argumenta que su plan busca equilibrar lo que ocurre en estados como Texas, el exgobernador asegura que es una carrera hacia el fondo. Para los críticos, la iniciativa refleja tanto desesperación política como ambiciones personales del gobernador con miras a 2028.
