El caso de Kirk ha avivado el debate nacional sobre violencia política.
Una sucursal de Office Depot en Portage, Michigan, despidió a una trabajadora que, en un video viral, rechazó imprimir carteles para una vigilia en honor a Charlie Kirk y los calificó como “propaganda”. La empresa pidió disculpas públicas y afirmó que la conducta violó sus políticas internas. El clip superó los 4 millones de reproducciones en X y desató llamados a boicot contra la cadena.
En la grabación se escucha a una mujer que se identifica como gerente decir: “Sí, no imprimimos propaganda”, cuando un cliente llega a recoger el pedido para el homenaje. Según la compañía, el incidente ocurrió en la tienda de Portage y motivó una “revisión interna inmediata”; poco después, el trabajador implicado “ya no pertenece a la organización”. Office Depot aseguró que contactó al cliente para cumplir con el pedido y reforzará la capacitación del personal en el trato al público.
El episodio llega en un clima político cargado tras el asesinato de Kirk, fundador de Turning Point USA, quien fue abatido de un disparo mientras hablaba en un evento al aire libre en la Universidad del Valle de Utah. Las autoridades detuvieron a Tyler Robinson, de 22 años, sospechoso de realizar el ataque desde una azotea con un rifle de cerrojo. El caso, descrito por el gobernador de Utah como un “punto de inflexión”, ha avivado el debate nacional sobre violencia política.
Más allá de la controversia inmediata, el choque en la tienda refleja una tensión que crece para los negocios abiertos al público: cómo gestionar pedidos con carga política sin discriminar a clientes ni exponer a los empleados a conflictos. La respuesta corporativa, despido, disculpa y promesa de investigar, busca contener el daño reputacional y enviar una señal de neutralidad operativa. Pero el asunto se inserta en una ola más amplia de reacciones: varias personas han perdido sus empleos por comentarios o decisiones relacionadas con la muerte de Kirk, lo que sugiere que la disputa por el discurso político se está trasladando con fuerza a entornos laborales y de consumo.
Al final, lo que empezó como un trámite de impresión terminó convertido en un episodio nacional sobre límites, reglas internas y percepciones de censura. Office Depot insiste en que su estándar es atender a todos con respeto; los críticos, en cambio, exigen que esas promesas no dependan del contenido del cartel que alguien lleve al mostrador.



