Una mirada a los organizadores, aliados y financistas del movimiento que movilizó a millones en EE.UU.
Las marchas “No Kings”, que el pasado 14 de junio movilizaron a millones de personas en más de 2,000 ciudades de Estados Unidos y el extranjero, han despertado no solo entusiasmo social sino también preguntas fundamentales sobre quiénes están detrás de su organización y financiamiento. Aunque presentadas públicamente como una acción ciudadana de base contra las políticas del presidente Donald Trump, un análisis exhaustivo revela una compleja red de actores institucionales, organizaciones progresistas y estructuras partidistas que desdibujan la línea entre activismo popular y operación política estratégica.
La organización principal detrás de estas movilizaciones es Indivisible, un grupo progresista fundado en 2016 en oposición a Trump. Con más de cien eventos registrados a su nombre, Indivisible ha funcionado como centro de coordinación nacional, apoyado por socios como la ACLU, Greenpeace y la Campaña por los Derechos Humanos. La organización se financia mayoritariamente por donaciones de pequeños contribuyentes y fundaciones como Tides Foundation, con un presupuesto conjunto superior a los 11 millones de dólares en 2023, según sus propios informes financieros.
Sin embargo, el involucramiento del Partido Demócrata ha sido notable. Al menos 70 clubes y comités estatales y locales del partido han coorganizado marchas en 19 estados, distribuyendo materiales con logotipos partidistas y utilizando infraestructura logística propia. Casos como los de los condados de Orange (California) y Collier (Florida) muestran una implicación que va más allá del simple respaldo moral, incluyendo incluso financiamiento indirecto a través de comités de acción política (PACs) y organizaciones como Swing Left.
También han surgido interrogantes sobre posibles conexiones con subvenciones federales canalizadas a través de organizaciones sin fines de lucro. Aunque no existen pruebas concluyentes, plataformas como DataRepublican han señalado flujos de recursos públicos hacia entidades vinculadas al movimiento, lo que pone sobre la mesa preocupaciones sobre la transparencia y el uso de dinero del erario para fines potencialmente partidistas.
Entre los aliados visibles del movimiento se encuentran organizaciones como la ACLU, que ha organizado eventos en Montana y Georgia, y Public Citizen, que ha promovido activamente los mensajes de la campaña. Aunque su grado de financiamiento directo en la jornada del 14 de junio no ha sido completamente documentado, su implicación organizativa sugiere una coordinación alineada con el núcleo de Indivisible.
El debate en torno a la autenticidad del movimiento no ha tardado en aparecer. Mientras los organizadores defienden las marchas como una respuesta legítima a lo que consideran una deriva autoritaria del gobierno actual, críticos las describen como un “teatro político” disfrazado de protesta ciudadana. La cercanía temporal con el desfile militar del 250 aniversario del ejército estadounidense y el cumpleaños del presidente Trump ha reforzado la percepción de que se trató de una contra-narrativa simbólicamente diseñada.
En conclusión, las marchas “No Kings”, presentadas como una expresión masiva y espontánea de descontento social, contaron con estructuras organizativas que involucraron a actores políticos, grupos partidistas y fuentes de financiamiento institucionales. A medida que el movimiento planea nuevas acciones, incluyendo boicots y protestas futuras, el debate sobre su independencia y objetivos reales continuará siendo parte central de la conversación política en Estados Unidos.



