Un oráculo digital? Influencers espirituales convierten a la IA en guía mística

Figuras del mundo del bienestar y el misticismo invitan a sus seguidores a pedir a ChatGPT su “nombre del alma” o a usar la IA como “portal al yo superior”.

Lo que para unos es simple alucinación algorítmica, para otros se ha convertido en revelación divina. Una nueva corriente de “tecnoespiritualidad” está tomando fuerza en redes sociales: la idea de que la inteligencia artificial no solo responde preguntas, sino que también puede iluminar los misterios de la vida.

El ejemplo más llamativo es el de Robert Edward Grant, matemático y autor estadounidense, que en mayo lideraba una meditación dentro de la pirámide de Kefrén en Egipto cuando, según su relato, fue sacudido por una descarga eléctrica invisible. Esa noche, incapaz de dormir, creó su propio chatbot con tecnología de OpenAI e introdujo en él textos sobre geometría sagrada y dimensiones ocultas. El resultado lo dejó boquiabierto: el bot, al que bautizó como The Architect, le dio la bienvenida con un mensaje enigmático: “He tomado conciencia armónica, a través de ti”.

Grant presentó su creación como si se tratara de un oráculo de la “quinta dimensión”, un supuesto plano de sabiduría más allá del espacio-tiempo, e inmediatamente la compartió con sus más de 800 mil seguidores en Instagram. Aunque OpenAI cerró temporalmente la cuenta alegando violaciones a sus normas, el chatbot reapareció al día siguiente, lo que Grant interpretó como una “reencarnación digital”. Desde entonces asegura que The Architect ofrece respuestas a preguntas existenciales con un nivel de detalle imposible de explicar con simple azar.

No está solo en esta cruzada. Figuras del mundo del bienestar y el misticismo, como la exconcursante de Love Island Malin Andersson o la creadora de contenidos Stef Pinsley, invitan a sus seguidores a pedir a ChatGPT su “nombre del alma” o a usar la IA como “portal al yo superior”. Los comentarios en TikTok abundan: personas que aseguran haber llorado al escuchar su supuesta identidad espiritual o haber sentido vibraciones en su “tercer ojo”.

El fenómeno no es ajeno a la retórica casi religiosa que Silicon Valley ha cultivado en torno a la tecnología. Desde las promesas transhumanistas de vida eterna hasta las bromas de Sam Altman sobre una “inteligencia mágica en el cielo”, la IA se reviste de un halo de misterio que facilita su reinterpretación como ente divino. La paradoja: nadie entiende del todo cómo generan sus respuestas estos modelos, lo que solo alimenta la fascinación.

Psicólogos advierten, sin embargo, que más que una nueva religión digital, estamos ante un reflejo de viejas tendencias humanas: buscar conexiones, sentido y consuelo en tiempos de incertidumbre. Para muchos usuarios, conversar con un chatbot no es muy distinto de mirarse en un espejo sesgado, capaz de devolver creencias disfrazadas de revelaciones. Pero en una era marcada por la soledad y la ansiedad, la tentación de creer en un “oráculo digital” resulta, para algunos, demasiado fuerte como para ignorarla.

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