Un vientre de robótico? China ensaya el primer humanoide “gestante”

Un “embarazo robótico” abre la puerta a la mercantilización de la reproducción, a la desconexión materna y a desigualdades aún más crudas.

Lo que parecía un capricho de ciencia ficción entra al laboratorio: la startup Kaiwa Technology, encabezada por el Dr. Zhang Qifeng, trabaja en un humanoide capaz de llevar un embarazo a término y parir. El plan, presentado en la World Robot Conference de 2025 en Pekín, va más allá de una incubadora: integrar en el “abdomen” del robot un útero artificial conectado por una manguera de nutrientes y una interfaz que permite interactuar con la “gestación”. Un prototipo llegaría el próximo año con un precio objetivo de 100,000 yuanes (unos 14,000 dólares).

Zhang sostiene que la tecnología de úteros artificiales ya está “madura” y que el reto es alojarla en un cuerpo robótico que reproduzca el proceso completo, de la concepción al parto. Pero persisten vacíos clave: no se han detallado procedimientos de fecundación ni de implantación, y tampoco quién asumiría la responsabilidad legal del proceso. La empresa afirma haber iniciado diálogos con autoridades de Guangdong sobre marcos legales y éticos.

El proyecto prende un debate especialmente sensible en China, donde la subrogación está prohibida. Para algunos, un “embarazo robótico” sería una vía para sortear barreras legales y el sufrimiento físico de la gestación; para otros, abre la puerta a la mercantilización de la reproducción, a la desconexión materna y a desigualdades aún más crudas. En redes chinas abundan posiciones encontradas: hay quienes ven esperanza para parejas infértiles y quienes juzgan “inhumano” desvincular al feto de un cuerpo humano.

La ciencia aporta antecedentes, pero también cautela. En 2017, investigadores en Filadelfia mantuvieron con vida durante semanas a corderos extremadamente prematuros dentro de una “biobolsa” con sangre oxigenada y líquido amniótico, logrando crecimiento y ganancia de peso. Aquello era un entorno para etapas avanzadas; lo que propone Kaiwa implicaría sostener el desarrollo desde el inicio hasta el parto. Obstetras como Yi Fuxian advierten que la propuesta podría ser más espectáculo que ciencia: el éxito en animales no garantiza seguridad humana, y los riesgos médicos y psicosociales podrían aparecer a distintas edades.

El interés no surge en el vacío. China enfrenta una crisis de fertilidad al alza, estimaciones sitúan la infertilidad en torno a 18% en 2020, frente a 11.9% en 2007, y algunos gobiernos locales han ampliado coberturas de inseminación artificial y FIV para impulsar nacimientos. Un vientre robótico encajaría en esa carrera por revertir la caída demográfica.

Si funciona, el humanoide gestante reabrirá preguntas de fondo: ¿qué significa el embarazo para la sociedad, el derecho y la identidad? Si fracasa, quedará como una demostración deslumbrante que no resolvió lo esencial: cómo nacer sin perder de vista lo humano.

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